"DÍAS
DE RUIDO Y FURIA"/ CAPÍTULO 1: TRES IDUS DE MARZO
Un
puñetazo contra un paralítico A media tarde comienzan
a formarse concentraciones en las sedes del Partido Popular, en especial ante
la sede de la calle Génova. Los manifestantes cortan la calle y dicen que
quieren la verdad antes de votar. ¿Quién había organizado
aquella protesta? Algunos diputados de la izquierda han reconocido que aquel sábado
enviaron mensajes de móviles con el «pásalo» De la sede
del Partido Socialista, de su maquinaria para enviar mensajes de móvil,
instalada desde hacía tiempo, salieron entre el viernes y el domingo trescientos
mil mensajes.  | RICARDO
CASES |
Nadie ha explicado todavía su contenido, sus
destinatarios y la curva de emisión de aquel río de propaganda.
¿Con qué listado trabaja ese sistema? ¿Por qué el
PSOE no ha facilitado los datos en un ejercicio de transparencia? ¿Habría
tenido algo que ver en esa convocatoria la persona que quince días antes
había amenazado a José Antonio Sánchez con reunir ante la
puerta de Torrespaña y en plena campaña electoral a veinte mil personas?
¿Era el mismo que advirtió al director general de RTVE de que estaba
dispuesto a encerrarse en un despacho de la redacción de TVE con una pancarta
en la ventana? Más adelante veremos cómo se expresaron esas amenazas
y quién las formuló. Es importante, porque en la trastienda de la
campaña sonaron algunas advertencias que indicaban que se preparaban protestas,
acontecimientos fabricados para la televisión y para los medios, caceroladas,
ruido, y una estrategia para el control de la calle. «Vamos a salir
en la BBC», le había dicho Pepe Blanco a Jenaro Castro, editor de
telediarios unas semanas antes, en la entrega de un premio periodístico
de un diario de Lugo. La presión en la redacción de Torrespaña
arreciaba aquella tarde. Formaba parte de una misma pinza. Militantes de Comisiones
Obreras exigieron al director adjunto, Pedro Roncal, que conectara en directo
y en avances especiales con la calle Génova. Su argumento era que se trataba
de una manifestación «espontánea». Roncal les respondió
que su concepto de la «espontaneidad» era otro. En otros canales
el foco se vuelve hacia la sede de los populares. CNN+ transmite en directo el
motín, mientras la Ser mantiene abierta la conexión de forma permanente.
¿Información o agitación? La policía mira atenta la
concentración desde la plaza de Colón. Mi criterio es que esa noticia
se debe dar en el telediario, con su justo alcance, con su dimensión, sin
magnificarla hasta el punto de que se convierta en una llamada al alboroto, y
sin romper el espíritu de un día de reflexión. Ni el número
de los que protestaban ni la naturaleza de su concentración justificaba
otro tratamiento, salvo que compartiéramos la idea de algún grupo
de presión de que el resultado electoral dependía de la técnica
con la que se administraran las circunstancias de aquella noche. Estábamos
asistiendo a una estrategia trotskista, muy conocida por los militantes centrifugados
desde el estallido en pedazos de la extrema izquierda hacia formaciones políticas
como el PSOE o Izquierda Unida. Se trataba, como decía León Trotski
de «ocupar la ciudad, controlar los puntos estratégicos, derribar
al Gobierno. Para eso tenemos que organizar la insurrección, formar y adiestrar
un pequeño grupo de asalto. No mucha gente: las masas no sirven para nada,
con un pequeño grupo nos basta». Los puntos estratégicos ya
no eran como en otro tiempo las centrales eléctricas, o telefónicas.
Lo neurálgico aquella tarde y en aquella situación en una sociedad
como la nuestra son las televisiones y los medios de comunicación. La clave
era organizar el acontecimiento para buscar la máxima visibilidad y la
mayor difusión. Los que conocen la televisión saben cómo
convertir dos mil en doscientos mil: planos cortos y cerrados, mucho sonido ambiente,
más un comentarista exaltado que simpatice con la algarada y mucho, mucho
tiempo de emisión en directo. A las ocho de la tarde, fiel al compromiso
de dar información cierta y segura cada vez que dispusiera de ella, Ángel
Acebes vuelve a comparecer ante los medios. El ministro anuncia la detención
de varias personas, algunos de ellos de origen marroquí. El rastro de las
tarjetas telefónicas cierra la calle de ETA para dejar un solo pasillo
en el que se escucha cada vez con más fuerza la llamada apocalíptica
contra el infiel. El telediario de las nueve de la noche abrirá con la
noticia de esas cinco detenciones. La operación, decimos, está abierta
y se han registrado varias viviendas y edificios. Todo se hace a partir de las
órdenes de un juez de la Audiencia Nacional. El ministro añade que
los detenidos tienen relación con organizaciones marroquíes. La
segunda imagen de la noche es la de la concentración: dos mil personas
cortan la calle Génova y lanzan gritos contra los dirigentes del Partido
Popular, y contra el Gobierno. Desde Marruecos, Miguel Ángel Idígoras
recuerda los atentados de Casablanca, asumidos por un grupo llamado Los Leones
de la Unidad Divina en un comunicado al que se le dio una nula credibilidad. Se
trata, dice Miguel Ángel, de excombatientes de la guerra de Afganistán,
vecinos de los suburbios miserables de Casablanca y Rabat. Algunos de ellos, termina,
aparecen en el sumario abierto por Garzón a la red Al-Qaeda. |