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La recesión como estrategia para estabilizar la economía

La recesión como estrategia para estabilizar la economía

Gustavo Marangoni
Gustavo Marangoni

29 de Enero de 2024 | 00:59
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De manera desordenada el gobierno se concentra en el ordenamiento macro: recortes fiscales, licuación de pasivos monetarios, liberalización de precios y devaluación. El problema de este esquema es que mientras los ajustes van operando se provoca una aceleración inflacionaria como vimos en diciembre del 25%, mientras que enero seguramente se ubicará muy cerca de esta cifra (febrero podría moderar algo por debajo del 20% pero seguramente con rebote en marzo). El cuatrimestre diciembre 2020-marzo 2024 acumulará más de 100% de alza en el IPC. Aún no aparece ninguna señal del equipo económico para empalmar esta fase de ajustes con un programa robusto de estabilización que contemple un ancla creíble para comenzar a desindexar la economía, coordinando variables como el gasto, los salarios, tarifas, tipo de cambio y la cantidad de dinero.

Lo que se ha planteado hasta el momento como anclas para ir desacelerando la inflación no resultan suficientes. La pauta fiscal de déficit cero está en veremos ya que el intento de subir impuestos y ajustar las jubilaciones a través de la Ley Ómnibus no avanza en los términos deseados por el gobierno. El ancla cambiaria para contener el tipo de cambio hasta marzo con una devaluación del 2% mensual resulta inconsistente con el ritmo de inflación que se está acumulando. De hecho los mercados de futuros descuentan un salto devaluatorio a partir de marzo y muchos sectores alertan que a fin de marzo el tipo de cambio real resultaría idéntico que al momento previo a la devaluación de diciembre.

A esta altura la estrategia oficial parece recaer en un fuerte enfoque monetario, licuando y absorbiendo pesos del mercado para frenar la emisión y de esa forma moderar la inflación. Normalizar el balance del BCRA es un paso necesario y bienvenido, pero es solo una parte de la tarea pendiente para estabilizar y luego poder hacer crecer la economía y el empleo. El plan de estabilización como etapa superadora de este arranque de ajustes macro debería aparecer no mas allá de marzo o abril.

La otra parte en la que parece descansar el gobierno para contener la escalada inflacionaria es confiar en que la fuerte caída de la actividad, el empleo y los ingresos reales se prolonguen varios meses y operen como anclas desde el lado real de la economía para aminorar los precios. Esto efectivamente ya empezó a ocurrir y resulta muy preocupante ya que abre de manera muy acelerada la resistencia social frente al programa de gobierno. También en estos días el estrés del gobierno (salida de funcionarios incluida) desde lo legislativo y judicial, donde parecería que se dificultan más allá de lo previsto tanto el proyecto de Ley Ómnibus como el DNU 70/23.

Se está revelando que no alcanza con tener una fuerte convicción por ajustar y cambiar la lógica de funcionamiento de la economía argentina (que es la óptica del Presidente y de una parte relevante de la opinión pública) y que se requiere también de capacidad de ejecución para pasar leyes por el Congreso. La voluntad es indispensable, el voluntarismo contraproducente.

Actividad y salarios

Los datos adelantados de actividad auguran una fuerte caída de la actividad en diciembre, incluso después del dato negativo de noviembre. Medidos sin estacionalidad, se registran caídas significativas en los principales datos que se conocen de actividad.

De los nueve sectores relevados con datos ya publicados a diciembre, seis de ellos muestran caídas cercanas a los dos dígitos medidos sin estacionalidad respecto a noviembre. Entre los más afectados se encuentran la producción de hierro/acero, la de autos, la recaudación tributaria relacionada con la actividad y las importaciones, afectadas por el nuevo esquema cambiario.

En principio, estos datos propiciarían una caída de la actividad económica en diciembre que se ubicaría entre -2% y -3% sin estacionalidad.

Los precios viajaron al 25,5% mensual durante diciembre (pero casi 40% entre puntas) y desacelerarían hacia un 22%/23% mensual durante enero, pero se mantendrían entre 15%/20% durante febrero y marzo. Esto daría una inflación acumulada en el cuatrimestre de aproximadamente 100%.

Prácticamente ningún sector de la economía tiene la capacidad de acompañar estos niveles con paritarias salariales, solo algunos líderes como la bancaria, aceiteros y petroleros.

El resto de los sectores, con la suba de costos y achicamiento de márgenes que implicó la devaluación de diciembre, probablemente no tengan la capacidad de otorgar incrementos salariales que siquiera simulen un empate a la inflación.

En este contexto, la caída de ingresos reales entre diciembre y marzo rondaría el 10%/15%, que se suma a la fuerte caída de la actividad en diciembre y que continuaría entre enero y febrero. Vale remarcar también que el panorama adverso que se avecina para los ingresos y jubilaciones se acumula con el deterioro inmediato que provocó el gobierno anterior.

Esta dinámica de la actividad y salarios con caída y en picada terminarían de formar un ancla inconveniente y negativa para el programa del presidente Milei. Además el espiral recesivo golpeará la recaudación de impuestos.

Varios factores debemos monitorear de aquí a marzo. En primera instancia, el hecho de evitar una nueva devaluación en los próximos meses, ya que esto reavivaría las presiones inflacionarias y sería un golpe duro a una población con ingresos deprimidos.

El mercado de futuros aún no cree que el crawling peg al 2% mensual pueda extenderse demasiado y marca una aceleración del mismo a partir del mes de febrero.

Evitar la devaluación

Para que no vuelva a ocurrir una devaluación, la acumulación de divisas debe continuar.

Desde el lado de la demanda, el camino está prácticamente resuelto: el nuevo esquema cambiario asegura casi tres meses más de una demanda comprimida. Por el lado de la oferta, dependerá de la percepción de los sectores exportadores (sobre todo el agro, ya que se acerca la cosecha), de que el nivel de TCR pueda mantenerse y no se necesite una nueva devaluación.

En sintonía con las liquidaciones, la brecha cambiaria no debería superar el 50%/60% y debería tender a acercarse en mayor medida al 20%/30% para disipar las expectativas de devaluación. Si la liquidación de la supercosecha agrícola tracciona, ello no debería ser un problema mayor.

Por último, los costos de las empresas, luego de los efectos de las tarifas, deberían comenzar a observar cierto respiro, para permitirles flexibilidad a la hora de definir sus precios. Esto podría pasar si comienzan a ingresar productos importados (sobre todo insumos), al tipo de cambio oficial, que permitan romper la fricción que hay hoy en día en todos los eslabones productivos, ya sean grandes empresas o pymes.

 

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